La telemedicina no me gusta

No puede el médico curar bien sin tener presente al enfermo

Séneca (4a.C-65 d.C), filósofo romano

En las últimas semanas hemos tenido que cambiar nuestra forma de ejercer la medicina, adaptándonos al distanciamiento social y desarrollando diferentes formas de telemedicina para mantener el contacto con nuestros pacientes. Estoy seguro de que tendremos que acostumbrarnos, pero eso no significa que nos tenga que gustar, y os voy a contar por qué a mí no me gusta.

El acto médico debe ser entendido como un encuentro importante que requiere de una cierta preparación, un entorno adecuado, unos tiempos y unos instrumentos acordes a la importancia del momento. Si lo pensamos, una cita médica no difiere mucho de otro tipo de citas más románticas.

La preparación

Una de las partes más importantes de la consulta médica es la preparación de la misma tanto por parte del paciente como del médico. Cuando un paciente va a la consulta tiene que pensar previamente qué informes y documentación tiene que aportar, pensar qué va a contar y qué preguntas tiene que hacer al médico para aclarar sus dudas. Cuando llamamos por teléfono al paciente lo más habitual es que le pillemos desprevenido, sin tener preparada la información, y sobre todo, sin darle tiempo a procesar la información que le damos. Además, puede estar haciendo alguna actividad que en ese momento le parece más importante, ya sea laboral o personal.

Este momento sería equivalente al adolescente que decide qué ropa se va a poner y se arregla delante del espejo pensando en cómo va a desarrollarse la noche.

El entorno

A pesar de que suele ser un lugar poco valorado, las salas de espera de los hospitales sirven para que el paciente se vaya adaptando a la situación a la que se va a enfrentar. Les ayuda a desconectar de sus actividades previas, ya sea el trabajo, el colegio o el hogar, y van adaptando sus pensamientos a su problema médico. Es cierto que este efecto no es tan útil en los niños pequeños, pero sí lo es en sus acompañantes. Además, el simple hecho de compartir sala con otras personas con patologías similares hace que se sientan menos solos y pierdan el miedo al ver que hay más personas con similares problemas al suyo. Lo malo de estas salas de espera es que muchas veces se pasa demasiado tiempo en ellas, pero de eso hablaré más adelante.

A todos se nos ocurre que no es lo mismo intentar iniciar una relación en unos lugares que en otros, aunque maestros hay que se desenvuelven bien en cualquier ambiente.

Los tiempos

Cada consulta médica necesita unos tiempos determinados según su complejidad y las características del motivo de consulta. Cuando llamamos por teléfono la consulta se limita a un intercambio más o menos fluido de preguntas, datos y síntomas, sin proporcionar tiempos para procesar la información. Para mí los silencios son una de las partes más importantes de la conversación, ya que ayudan al paciente a asimilar las explicaciones y plantearse dudas. También nos ayuda a los médicos a plantearnos el tratamiento o la actitud a seguir. En la consulta presencial estos silencios normalmente ocurren mientras escribimos en la historia, hacemos las peticiones o mientras el paciente se viste tras la exploración, pero todos sabemos que un silencio al teléfono es especialmente incómodo.

Los silencios, las miradas, los tiempos…

Los instrumentos y la entrevista

Puede resultar evidente pensar en los aparatos sofisticados que algunos especialistas tienen en sus consultas, pero el material de los neuropediatras es muy simple: Un martillo, una luz, un oftalmoscopio (Esto es lo más complejo que tenemos) suele ser suficiente material, pero sin duda lo más importante para mi es la observación, y eso es algo que no puedo hacer por teléfono. Mi exploración empieza desde el momento en que el paciente y su acompañante entran por la puerta. En algunas ocasiones ya podemos ver la actitud del niño hacia el entorno (Si se fija en los juguetes, si se esconde detrás de su madre, cómo se sienta…). Me gusta ver como juega y sobre todo qué relación tiene con su acompañante

Con los niños mayores o los adolescentes es muy importante saber qué es lo que ellos piensan y cómo viven su enfermedad o trastorno. No me gusta preguntar a los niños y que me respondan las madres, pero mucho menos me gusta preguntar sólo a las madres, porque entonces no sé de quién es el problema que estoy tratando.

¿A alguien se le ocurriría ligar dirigiéndonos sólo a la amiga de nuestro objetivo? A mi no, aunque en ocasiones las amigas puedan servir de ayuda…

La resolución

Como cualquier cita, va a tener un desenlace que si todo va bien va a desembocar en una segunda cita y en el inicio de una relación médico-paciente duradera. En algunos pocos casos la cita acabará ahí, ya sea por descontento o porque se han cumplido todos los objetivos de la consulta.

¿Me das tu teléfono, o quedamos como amigos?

¿Qué más perdemos?

Además de todo lo que he ido comentando, creo que con una cita telefónica perdemos todo el lenguaje no verbal que acompaña a la entrevista clínica: Las posturas, los gestos, las miradas, las sonrisas. Muchas veces la expresión del paciente nos indica que no ha comprendido la explicación o que no se encuentra conforme con ella, y eso nos da una segunda oportunidad para resolver las dudas. Otras veces, una sonrisa complice, o un gesto de una de las partes es suficiente para dar a entender que todo va bien.

Con todo esto no quiero decir que esté en contra de la telemedicina, ya que me parece una herramienta muy útil, con grandes ventajas como la accesibilidad y en ocasiones la inmediatez, pero debemos saber utilizarla con prudencia. No me gustaría que se aprovechase este momento de necesidad para reducir la calidad de nuestra asistencia haciendo desaparecer lo que debe ser la esencia de nuestra profesión, que es el contacto humano. Debemos defender una consulta de calidad, con tiempos suficientes para atender a los pacientes, evitando tanto la saturación de las agendas como la masificación de las salas de espera. Y todo esto pasa sin duda por la mejora de la relación con Atención Primaria para coordinar la asistencia y por unos aumentos de plantilla adaptando la oferta a la demanda.

Mientras todo esto ocurre, yo seguiré esperando a mis pacientes en «la consulta de los juguetes».

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